Corrió deprisa colina abajo, 12 horas parecían mucho tiempo, pero en realidad se sentían como 12 minutos ante la inmensidad del tiempo en su universo original, sin nada que hacer por el momento allá mas que hibernar en su esfera personal. Sin la tecnología de su universo, hace mucho tiempo que hubiera dejado de existir, pero gracias a ella contabilizaba 136 años terrestres, aunque tenía la destreza de un muchacho de 27 años, aquella edad que tenía cuando quedó herméticamente sellado a su esfera. Por lo tanto corría sin detenerse, hasta que llegó a un riachuelo y comenzó a seguir corriente abajo, tarde que temprano encontraría algun asentamiento humano.
Cada vez era diferente, el nombre de las ciudades, o de los países o de las ubicaciones de las zonas urbanizadas. Cada año era la tierra, con su misma historia de naciones vencedoras y naciones vencidas, pero con diferentes personas y diferencias sutiles pero importantes, como las enfermedades o las leyes de los hombres. Él estaba en la zona que en su universo paralelo era llamada Otago, Nueva Zelanda, pero ahí mismo podría ser cualquier nombre o incluso no existir nada a miles de kilómetros a la redonda. Por suerte todas las civilizaciones humanas coincidían en ubicarse en zonas cercanas a aguas dulces. Luego de correr sin aparente rumbo o destino fijo, por fin llegó a una planicie donde se observaban asentamientos, si tenía suerte eran humanos, o a lo que se le llamara "humano" en ese universo paralelo. Siempre eran seres vivos con aspecto humanoide, aunque a veces tenían alas como las aves, otros tenían branquias como los peces, unos más colas, otros cuernos, e incluso un año vio "personas" con 4 piernas y 4 brazos.
En esta ocasión vio figuras humanas, un poco más altas que el promedio de su propia versión de humanos, pero con todo en su lugar, tétricamente tan parecidos que tuvo miedo, y no supo como acercarse a esa civilización, que aunque gracias a su tecnología él se vería como uno más de ellos, sentía que estos serían capaces de reconocerlo como un extraño en ese planena, por no decir en ese universo. Uno de ellos se acercó a él, lo miró fijamente, puso cara de extrañeza y después se alejó tan rápido como se había acercado. Él trató de comunicarse con ellos, pero cuando se acercaba a alguno, éste se alejaba como si él apestara a basura podrida. No entendía porque ninguno emitía sonido alguno, su software integrado no podría interpretar su lenguaje así. Frustrado recorrió toda la ciudad sin éxito, nadie le había pronunciado palabra o seña alguna, y el tiempo para encontrar a su amada, si es que estaba en ese mismo universo, se le terminaba. Su sistema le mostró las 11:00 de la mañana, y se arrodilló, exahusto y esperando encontrar una respuesta o alguna lógica a su situación. Y de pronto, así agachado, casi al raz de suelo, y viendo solo las pantorrillas de toda esa gente extrana, divisó a lo lejos otra persona, de la misma manera agachada y con las manos en la cabeza en señal de estrés y desorientación.
El corazón le bombeó con tanta fuerza que de pronto no se dio cuenta que esas personas se volvían a alejar de él, primero notó que la gente se alejaba de esa otra persona que parecía sufrir lo mismo que él, tan perdida con él, solo que a él ya habían vuelto las esperanzas de seguir adelante con su búsqueda... se desentumió las piernas y corrió, llegó a ella, si, una mujer, se paró en seco y le dijo en su idima nativo: -"¿hola?, ¿puedo ayudarte en algo?".