viernes, abril 18, 2008

Historias De Quemados

No, no hablo de quemados como aquellos que solo vienen a hablar mal de otros para dejarlos expuestos a la sociedad, tampoco hablo de aquel popular juego de golpearse con una pelota. Este es un tema mucho más serio y delicado que los anteriores, por eso quiero advertir a cualquiera que está leyendo estas lineas que si no es de estómago fuerte, es preferible que se salte esta entrada y no siga leyendo. Dicha esta aclaración, los que siguen aquí, advertidos están.

Como más de alguno sabe, hace unas semanas me fui de campamento a una playa de Michoacán llamada "La Manzanillera", donde sufrí un fuerte accidente a la hora de estar en la fogata. Resulta que para evitar ensuciar la playa, hicimos la fogata dentro de una olla. Cuando quitamos la olla de la arena, al regresar yo pisé la arena donde había estado unos minutos antes la olla con la fogata dentro. En unos segundos sentí que me había quemado, y retiré el pie. Quemadura de segundo grado en toda la planta del pie derecho y encima de los 5 dedos (hasta donde se me alcanzó a enterrar el pie). Visualmente me quedé sin piel en todo el pie, me dio bastante temor y dolor, como nunca había sentido (dicen que los que mueren de quemaduras de 3er grado mueren primero por el dolor que por las heridas, solo para que se imaginen el dolor). Llevo tres semanas de constantes curaciones y apenas se empieza a ver un poco de recuperación.

Pero en realidad no era mi intención contarles mi caso, quiero contar otros dos casos de los que me enteré (pero no me consta que sean reales) ahora que he pasado por esto de sufrir una quemadura y les conté mi caso para que entiendan como hay de quemaduras a quemaduras, y cómo estas historias aparte de sufrirlas, me ayudaron a entender que corrí con bastante suerte, siempre hay un peor escenario. Son dos casos tan fuertes que me quedé horrorizado al escucharlos, y que quiero compartir no por morbo, si no para que sepan lo sumamente peligroso que es manejar el fuego y cosas calientes y que se aseguren de siempre tomar las medidas de seguridad necesarias, ni a mi peor enemigo le deseo un accidente como el que yo sufrí, mucho menos los dos siguientes escenarios.

El primer accidente ocurrió en la casa de una señora que solía vender pozole y menudo, dos platillos típicos mexicanos que se sirven muy calientes. Como cocinaba grandes cantidades, tenía una olla muy grande donde ponía a hervir los caldos necesarios para estos platillos. En una ocasión que tenía esta olla al fuego, y el caldo hirviendo, uno de sus pequeños hijos de apenas 3 años se acercó a la cocina a tomar un vaso. Dado que los vasos estaban colgados muy altos, el niño se las ingenió para usar un banco y subirse para alcanzar el vaso. El niño perdió el equilibrio y al caerse fue a dar directo dentro de aquella enorme olla con el caldo hirviendo. Por el tamaño del niño y de la olla, nadie se dio cuenta del accidente hasta mucho despues, cuando ya vieron al pobre niño totalmente cocinado dentro de la olla. Díganme si no es para revolver el estómago este lamentable accidente. Debemos de cuidar a los niños, de evitar calentar en lugares comunes para ellos, de explicarles los peligros.

El segundo accidente donde se involucran quemaduras, es igual de increíble que parece sacado de una pesadilla, pero me aseguran que es tan real como comprobable (notas de la fecha en el periódico). Sucedió en un taller mecánico, un negocio familiar de padre e hijo. El hijo estaba haciendo una revisión debajo de un automovil cuando algo hizo que el auto se prendiera en llamas. El fuego alcanzó al muchacho de unos 21 años, el cual rápidamente se levantó e intentó apagar sus ropas que se prendían. El padre al escuchar los gritos de auxilio de su hijo, corrió al lugar y al ver tal escena se asustó y perdió la calma, tomando un bote que tenía cerca y arrojándole el agua que contenía para apagar el fuego que quemaba a su hijo. Lamentablemente, aquello estaba muy lejos de ser agua, era gasolina. No puedo imaginarme más allá de este de accidente, el dolor enorme de ambos, padre (psicológicamente) e hijo (físicamente) que debieron sufrir es simplemente incomprensible. No solo basta con tener precauciones para evitar los accidentes, sino además no debemos permitirnos perder la calma cuando estos ya estén ocurriendo y preferiblemente demorar unos momentos en lo que comprendemos la situación y tomar la mejor medida para solucionarlo, a hacer lo primero que se nos ocurra y empeorar astronómicamente las cosas.

Ambos casos bastante fuertes y que al menos que no se tenga alma, no podríamos sentir empatía. El fuego es peligrosísimo, lo viví en carne propia para comprenderlo, ustedes queridos lectores, no esperen un accidente para respetar a tan venerable pero inestable elemento como lo es el fuego. Espero pronto poder hacer un escrito con consejos y acciones reales (no como algunas que circulan por la red) sobre qué hacer en caso de una quemadura, consejos que aprendí y constaté con especialistas ahora que sigo tratando la mía propia. Hasta entonces.

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