domingo, junio 18, 2006

Perdido

-¡¡Correeee!! ¡¡Corre Enrique!!, ¡viene justo detrás de ti!.
-¡¡Eso trato de hacer!!, ¡pero no puedo moverme! ¡Mi cuerpo no responde!
-¡Tú puedes Enrique!, ¡lucha, libérate! ¡¡No basta con desearlo!!
-¡Estoy luchando! ¿Es que no ves el esfuerzo que hago?
-Lo siento ... no puedo quedarme más, ya te ha alcanzado ... adiós ...
-¡Nooooo!

Ese fue el momento en que se dejó a su suerte, y Enrique se resignó a ella. Esperando que por lo menos fuera una muerte lenta y dolorosa cerró los ojos y de tener su corazón latiendo 400 veces por minuto, dejó que pasaran 10 segundos entre el último latido de la serie y el siguiente, recordando lo corta que fue su vida. Se vio en un bar platicando amenamente con gente totalmente extraña pero que por alguna razón los trataba como amigos de toda su vida (y recordó de nuevo lo corta que fue), y no recordó ese momento por haber sido de gran importancia, sino porque le era imposible recordar algo más antiguo que eso, como si no hubiera vivido antes de ese día en el bar. Luego de 5 segundos de pensar en ello, ahora se veía totalmente ebrio y tirado en una mesa de aquel lugar, levantando la vista y descubriendo que estaba totalmente solo. Más tardó en recordar preguntarse a donde habrían ido todos cuando de pronto un ruido ensordecedor lo puso en pie, y sin pensar en qué lo habría causado, salió corriendo de aquel lugar sin detenerse un instante, corriendo calle abajo en un pueblo tan desconocido como sus amigos del bar y que estaba en ruinas, como si se tratase de una zona de guerra. El escalofriante ruido le sonaba cada vez más cerca del oído, y entonces una parte de su conciencia le gritó: -¡¡Correee!! ¡¡Corre Enrique!!, ¡viene justo detrás de ti!. Sus 10 segundos recordando su –corta- vida habían terminado, y supo que aquella cosa que lo había perseguido, lo había alcanzado en el momento en que los oídos le reventaron.

Tuvo la enorme sensación de que se ahogaba, y que en un instante salía a la superficie y tomaba el aire con todas sus fuerzas. Su corazón latía tan fuerte y sus pulmones se saciaban de aire tan ferozmente que no pudo comprender nada, más que escuchar una voz apagada decir, -“Señor... ¡ha vuelto!” y otra voz contestar -“¡Aún no es momento! ¡Regrésalo!”, y sintió que alguien lo sumergía con fuerza al fondo del agua de nuevo, llevándose consigo un extraño olor a alcohol.

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