jueves, mayo 01, 2008

El Misterio de la Casona del Naranjo II

El constante viento helado que se colaba más allá de mis cobijas lo sentía entrar hasta los poros de mis huesos y salir de regreso entre los pelitos de la piel causándome escalofríos, haciendo que me dieran ganas involuntarias de levantarme al baño que tenía a unos cuantos pasos para deshacerme de un tanto de líquido que me estaba congelando y no me permitía conciliar el sueño. Al levantarme vi debajo de la puerta del baño que dentro había luz, suponiendo que alguien había sucumbido más rápido a la necesidad y había ganado el uso del mismo. Mis ganas por soltar el despreciado líquido eran tales que me dirigí a la puerta a tocar y así apresurar mi turno. Toqué dos o tres veces e incluso con voz baja pero clara pregunté quien estaba dentro, pero nadie respondía, ni un ocasional sonido se colaba por debajo de la puerta. Pronto me di por vencido, y pensé instintivamente en aquel baño al fondo del pasillo que nadie visitaba y que seguramente estaría tan disponible como todo el tiempo.

Así pues desistí de esperar respuesta del baño que emanaba luz desde dentro, y me dirigí al inicio del largo pasillo que recorrería para llegar a mi otra opción de baño. A pesar de que el frío dictaba que era una noche muy oscura, por el patio entraba un soplo de luz de procedencia desconocida. Mientras caminaba por el solitario pasillo intenté buscar de donde procedía esa luminosidad, de la luna no era pues había luna nueva, artificial no era pues en aquellos tiempos no había alumbrado público cercano, de las estrellas no era posible pues el cielo estaba totalmente negro probablemente nublado, quedando en una total incógnita la fuente de aquella extraña iluminación que entraba por el patio y solo afectaba al largo pasillo como después me daría cuenta al llegar al fondo del mismo y adentrarme en la misma oscuridad total que reinaba en los cuartos.

Luego de hacer mi necesidad, emprendí el soñoliento viaje de regreso a la cama. Iba cerca de la mitad del pasillo cuando la vi. Una sombra de silueta humana se reflejaba con claridad en la pared del pasillo. Insintivamente detuve mi andar pero abrí los ojos tanto como pude para constatar que no lo había imaginado. Era el contorno sombreado de una mujer, pues figuraba una larga cabellera, era alta, y parecía que traía un vestido puesto. Seguí con la mirada aquel contorno desde la cabeza tratando de llegar a la fuente que estaba causando esa sombra, y el corazón me dio un vuelco del que parecía que no me iba a recuperar al momento que le llegué a los pies, o donde debían de estar. ¡No tenía pies! justo despues de los tobillos se terminaba de tajo la sombra, y no seguía más allá, como si aquella mujer donde quiera que estuviera fuera flotando sobre el pasillo. Todo aquello desde que vi la figura hasta que hice ese terrorífico descubrimiento sucedió en fracción de segundos, aunque yo sentí una noche sin otro amanecer.

A pesar de que tenía bastante miedo, no hice sonido alguno y poco a poco comencé a caminar de nuevo totalmente decidido a llegar a mi cama y protegerme con las sábanas mientras repetiría -"No es real, no viste nada, fue tu imaginación". Sin embargo no me atreví a cerrar los ojos, así que continué mi lento y silencioso camino con la mirada totalmente fija en aquella figura que tambien avanzaba en sentido contrario y tan lento que parecía tener todo el tiempo disponible. Ya estabamos a un par de metros uno enfrente del otro cuando la sombra reacionó. Se quedó quieta por un instante en el que sentí que me miraba fijamente, analizando que o quién era yo, y cuando se sintió amenazada u observada hizo un brusco movimiento retrocediendo pero hacia el suelo, desfigurándose hasta formar una mancha que se desplazaba rápidamente por el suelo en dirección al gran patio cuadrado. Mi corazón aceleraba a tope pero había tomado la decisión de no perder detalle de aquella situación. Seguí con la mirada la sombra que no se perdía sin importar que se moviera de lugar y que se seguía proyectando gracias a aquella inusual luminosidad que reinaba en el patio.

La sombra llegó hasta los cimientos del naranjo y lo cubrió. Parecía que aquella figura humana estaba trepando el naranjo, y de pronto no logré divisarla más, perdiéndose entre las propias sombras del árbol. Un par de naranjas más cayeron al suelo con tal fuerza que me sacaron de mi petrificación y entonces si corrí por el pasiilo, llegando tan rápido a la cama que sentí como si hubiera experimentado una teletransportación. Creí que ya no tendría más sorpresas esa noche, pero descubriría algo más antes de dormir por fin.

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