sábado, mayo 24, 2008

El Misterio de la Casona del Naranjo III

Después de tal experiencia era muy difícil dormir sin ninguna preocupación. Intentaba apartarme de esa realidad tapándome de pies a cabeza con las cobijas. Sin embargo el extraño frío que en primera instancia me despertara, ahora había desaparecido por completo para dejar reinar un calor sofocante. El calor era tan insoportable que la sensación de seguridad que las cobijas me daban fue puesta en segundo término dado que me estaban dando más incomodidad sudorosa que cualquier otra cosa. A tientas busqué y tomé mi reloj de pulsera que había dejado debajo de la cama antes de dormir para que nadie lo pisara. Eran las 6:05 de la mañana, sin darme cuenta había amanecido y tenía la sensasión de que me había robado un par de horas durante la noche.

Me levanté al baño que tenía enfrente de la cama, estaba entre oscuro y con luz porque el amanecer estaba empujando la noceh fuera. El baño seguía cerrado como la última vez que me le acerqué, pero esta vez no emitía luz por debajo así que entré en él y en enjuagué la cara para terminar de despertar, si es que había dormido. Después fuí a la cocina por un poco de cereal, pasando por uno de los cuartos principales, y el comedor. Cuando estaba sentado en el comedor desayunando el cereal, alcé la vista al patio central y ví el árbol de naranjo. ¿Había sido todo una pesadilla? No podía ser, las naranjas estaban regadas por todo el patio justo como pensaba que lo había soñado, era tan real como el cereal que me comía en ese momento.

No sé si el estar completamente solo -aquella sombra no contaba como compañía para mi- me hizo recapitular tantas veces lo sucedido durante la noche que terminé por justificar todo. De alguna manera esa sombra era una persona del pasado que necesitaba descansar y que durante siglos no lo había logrado. Tal vez no había sido yo la primera persona que me la encontré, o tal vez había sido el único que había caido en su juego de ocupar el baño por las noches obligando a uno a ir hasta el baño que se encontraba al final de pasillo y así poder notarla. El caso es que estaba seguro que si erá la única persona que estaba llegando a esa conclusión tan disparadata. Ese fantasma me había llamado, y me había expresado que necesitaba ayuda que yo le podía proporcionar. Y desde que había mirado el árbol de naranjo durante el desayuno hasta que me levanté de la mesa después de cenar estaba convencido de que precisamente ese naranjo milenario era la clave de todo.

Pasaron varias noches en los que apenas y dormí, abriendo los ojos cada que me acordaba hacía el baño, esperando que apareciera ocupado y entonces saber que tenía de nuevo ahí aquella visita del más allá y poder descubrir más sobre aquello que yo tenía y quería hacer por ese fanstasma. Esa noche nunca llegó. Lo que sí llegó fue la desesperación por hacer algo al respecto, por lo que llegué a la apresurada conclusión de que lo que tenía que hacer era tumbar ese naranjo, buscar esa sombra en sus raíces, sabía que ahí se encondía porque ahí la vi desaparecer. Un buen día tomé una pala y me decidí a hacerlo, a buscar qué escondía aquel árbol antiguo bajo su sombra.

La tierra era muy húmeda y ligera, a pesar de que yo no recordaba haber visto a alguien regarlo alguna vez, y habían pasado meses sin lluvia. Pronto divisé sus raíces, pero no veía ni por asomo el final de ellas, a pesar de que ya tenía un pozo considerable al lado de una montaña de tierra y piedras. Poco a poco fui descubriendo que todas las raíces estaban aferradas a una piedra, a una sola piedra tan enorme como lo frondoso del árbol y que era extrañamente redonda y porosa. Las raíces del árbol alrededor de esta pieda caliza parecían unas enormes garras de águila atrapando a su presa, por lo que no sabía como lograría pasar por debajo de ella. Hasta ese momento no me había atrevido a dañar el naranjo que debía tener más de diez vidas como la mía, por lo que con la misma pala fui golpeando por los lados de sus raíces y la gran pieda en vez de pasar através de ella. De pronto tan rápido como di un golpe y retiré la pala, la piedra poroza empezó a sudar y a brotar agua como si fuera una esponja siendo exprimida. Aquello no se detenía y se veía venir la inundación. ¿Qué había pasado? ¿sería un yacimiento de agua el secreto del árbol? Lo cierto es que estaba asustado por ver aquella escena, ¿qué estaba haciendo? seguramente me llevaría un enorme regaño por parte de mi familia cuando regresaran. Debía actuar y pronto. Solo tenía dos opciones, terminar lo que había comenzado y descubrir de una vez por todas lo que había debajo de la piedra, u olvidar aquella locura y volver a llenar el pozo con toda la tierra antes de que se inundara toda la casa.

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